Amiga incondicional[POESÍA]

Sólo tu me eres fiel
esperándome cada noche.
Sólo tu me tratas bien
cuando pedí que me arropes.

No me preguntas qué he hecho
hasta las tantas,
me arropas con tus mantas
y me cobijas en tu lecho.

Dándome calor
en las noches más frías,
haciéndome de guía
hacia un sueño tentador

En el que vuelo
gracias a tu cariño
siendo como un niño
que juega en tu velo

Amiga incondicional,
de mi árbol, rama.
Nadie me quiere más.
Mía, mi cama.
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Sueño

¿Es posible tener sueño y no poder dormir? Sinceramente, no lo se. Voy a dormir un rato.
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El principio del fin[POESÍA]

Despierto con esta sensación
dentro de mi cuerpo
y es que no entiendo
como siento tanta desesperación.

No veo una salida posible,
ni soy capaz de evitarlo
no soy capaz de pararlo
y así, el tiempo, su curso sigue.

Me siento mal
esto ya lo he vivido
y volveré a vivirlo
hasta que llegue mi final.

Siempre rompe mi calma
cuando estoy contento...
es incontable cuánto detesto
que se acabe el fin de semana
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Cuento infantil[BOSQUEJO]

-No tiene título aún-
Había una vez un reino lejano en el que vivía un anciano rey que tenía tres hijos: el mayor era egoísta y malo, el segundo era muy vago y el tercero buscaba siempre aventuras. Un día, el anciano rey, murió dejando el trono a su hijo mayor. Éste usó al reino y sus habitantes para tener más dinero y para atacar reinos cercanos y robarles sus territorios y posesiones. Era tan avaricioso que cuando conquistó todos los territorios cercanos, no podía parar e intentó atacar otro reino lejano y poderoso. Su avaricia le llevó a la muerte, pues su ejército era demasiado débil.
El trono pasó al segundo hijo. Este no era avaricioso, pero si gandul. No fue capaz de mover un dedo por su pueblo. No quiso afrontar los problemas territoriales que le había dejado su hermano mayor. El pueblo quería que fuese un buen rey y que les ayudase pero él se dedicaba a comer y dormir. Tan grande fue su despreocupación por el pueblo que, los mismos pueblerinos, le quitaron el trono y lo echaron del reino.
Ahora subió al trono el menor de los tres hermanos. Éste era valiente e intrépido. Hizo frente a todas las guerras que se le pasaron por enfrente, ganándolas todas. No quiso extender más su territorio, pero se dedicó a buscar aventuras fuera de él. En parte descuidaba su reino, pero siempre que había problemas solía estar allí. Si no estaba, dejaba a alguien en su lugar. Un día, iba tan rápido en el caballo que chocó con un árbol y murió.
No quedaban más hijos del rey en el reino. ¿Qué haría ahora la gente sin rey? ¿Quién querría subir a un trono maldito, en el que todos los que suben acaban mal? La gente discutió durante días sobre quién debía subir al trono. Nadie lo sabía y tampoco quería subir nadie. Un día llegó un niño y dijo:
-Yo seré el rey.
Todos se quedaron sorprendidos. Nadie sabía que decir o hacer, era el único que quería ser rey. No pudieron impedirlo, así que el joven niño fue rey. A pesar de ser niño era muy listo y se convirtió en el mejor rey que ese reino había tenido.
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Sentimientos por mi sociedad[POESÍA]

Soledad,
en mi cuerpo y en mi mente.
Soledad,
por ser tan diferente.

Soledad.
No poder abrir mi boca…
Soledad.
…por no llevar su ropa.

Desconcierto.
No soy quien quieres…
Desconcierto.
…y así será por siempre.

Desconcierto.
¿Por qué tanto interés…
Desconcierto.
…en imitar tu forma de ser?

Enojo.
¡No puedes obligarme!
Enojo.
¡No puedes moldearme!


Enojo,
al contemplar este mundo.
Enojo,
al verlo difunto.

Repugnancia,
al ver en que se ha convertido…
Repugnancia.
…el mundo en el que vivimos

Repugnancia,
de tanto estereotipo.
Repugnancia,
de ser todos lo mismo

Pena,
al contemplar la verdad…
Pena.
…de esta sociedad

Pena,
de haberme dado cuenta…
Pena.
…de que esta sociedad es una…pena
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No te quiero querer[POESÍA]

Algo extraño pasa en mí,
tomo el aire desde mi atalaya.
No ceso de pensar en ti,
mientras que dejo al tiempo que se vaya

¿Qué me pasa?
¿Qué me ocurre?
¿Qué manta
Es la que me cubre?

¿Por qué arden mis entrañas
cada vez que tu reflejo
aparece en mis aguas
tapando al mismo cielo?

¿Por qué lo siento?
Ayúdame, por favor.
Dime que miento
y esto no es amor

Quiero que muera
este sentimiento no correspondido.
Que se apague la vela
es lo único que pido

No quiero quererte,
ni amarte,
ni desearte,
ni tenerte.

Te quiero fuera de mi mente,
que seas un pensamiento inerte.
Por favor, vete.
Para siempre.
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Estereótipos [Relato de opinión]

Persona normal: Dícese de aquella persona que viste de una forma normal, habla de una forma normal, se comporta de una forma normal y tiene una mentalidad normal.
Definido lo que conocemos por persona normal, analicémoslo. Clasificamos de normal todo aquello que, socialmente, está “bien” visto. Un ejemplo claro es la vestimenta. Hay distintos tipos de ropa, todos lo sabemos, pero de todos ellos pocos son “aceptados”. Seamos sinceros y contestemos para nosotros, no para los demás. De los siguientes casos, ¿cuál es el que consideramos más “normal”? ¿Una persona vestida con unos pantalones de pitillo, una camiseta de un color liso, una chaqueta y una palestina o una persona que lleva unos pantalones anchos y largos a la altura de la pelvis, con cadenas colgando, camiseta negra, cazadora vaquera y un peinado llamativo? Está claro, el primer caso. No nos engañemos.
¿Por qué ocurre esto? Es simple. Es debido a la tendencia que tenemos de globalizar. ¿Por qué una persona no tiene el derecho de ir como quiera y que no tenga que soportar miradas incomodas por el sitio en el que pase? Porque se crean unos cánones de “persona perfecta” erróneos. No existe nadie perfecto y nadie, por seguir dichos cánones al pie de la letra, es superior a nadie. Esto es uno de los grandes problemas de nuestro mundo, que la gente cree que es así. Esto crea un gran conflicto, pues la gente que cree que es superior a los demás por cumplir estos “requisitos” discrimina y rebaja a los que no son como ellos y hacen que disminuya lo que podríamos denominar, erróneamente claro, “su posición social”.
Esto nos crea un gran problema. ¿Por qué? Porque las personas que son discriminadas no son aceptadas socialmente. Luego podríamos observar dos variantes en estos casos.
1. Las personas “rebajadas socialmente” intentan subir su “posición social”. Para ello no les importa fingir ser quienes no son, interesarse por temas opuestos a ellos, hacer cosas que nunca harían, etc. Para todas estas personas hago una pregunta. ¿Creen que merece la pena esforzarse por ser aceptados por aquellas personas que les rebajan por el mero hecho de no ser como ellos quieren que seáis? Sean sinceros.
2. Los que son “rebajados socialmente” deciden desarrollarse como ellos quieren. Escuchan la voz que tienen dentro y la siguen. Aprenden a respetar a las personas por sus actos y su forma de ser, y no por sus apariencias. Ahora hago una pregunta para aquellos que discriminan o miran mal a estas personas. ¿Se merecen tal trato por el motivo de haber hecho lo que querían hacer? ¿Por ser sinceros?
El problema de ser “diferente” también es influyente en los trabajos. Las personas “extrañas” tienen menos posibilidad de encontrar un empleo y menos aún si se trata de relaciones públicas.
Estos “marginados” reciben siempre los mismos seudónimos: pringaos, frikis…
Como habréis comprobado, yo soy uno de los del segundo caso y podréis decir que hablo de esta forma por ser así. Me da igual. Tengo una corta vida pero una larga experiencia y he visto muchos casos y los veo a menudo y, sinceramente, el seguir los modelos que nos impone esta sociedad solo sirve para ir arrinconando al rey en una esquina. Tarde o temprano llegará el jaque mate. Para entonces, será tarde.
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Cartón de leche

Cartón de leche
¿Se han parado a pensar que cualquier acción, por pequeña que sea, conlleva la determinación del desenlace de acciones futuras? El simple hecho de levantarte temprano, e ir, por ejemplo, a la compra, puede cambiarte el día. Es posible que te encuentres con un amigo, y quedéis esa tarde, es posible que tengas un accidente de coche, que, con haber salido dos minutos antes, no te hubiese ocurrido. Las posibilidades son variadas e incontables. Pues bien, la forma de vida que llevo en estos momentos es debido a un mero descuido.
Mi historia se remonta unos diez años atrás. Yo era un joven universitario de veintiún años. Todas las mañanas iba a la universidad, como es normal. Atendía y tomaba apuntes. Luego, por la tarde, realizaba la jornada intensiva de estudio diaria, Para ser abogado hay que dedicar muchas horas, y los pocos fines de semana disponibles los dedicaba al ocio. Era un ejemplo claro de estudiante.
Todos los días, exceptuando los viernes que no había clases, me levantaba a una hora temprana, alrededor de las seis de la mañana. Vivía en un pequeño pueblo, que no contaba con más de ciento cincuenta habitantes, a hora y media de la universidad. Las clases empezaban a las ocho y media. Todas las mañanas, por muy fuerte que fuese el sueño, me levantaba sin queja alguna, y encaminaba hacia mi rutina.
Sin embargo un lunes me desperté un poco más tarde que de costumbre, el día anterior había tenido una “reunión de alumnos” de la universidad, y algo cansado y desanimado. Tenía que darme prisa si quería llegar a tiempo. No tenía fuerzas y decidí no ir. Solo era un día, tampoco pasaba nada, ¿no? Mi obligación era la de ir, pero estaba sumamente cansando. Por lo menos debería haber aprovechado el tiempo que estuviese en casa para no dejar materia atrás, pero, para ser franco, no me apetecía en absoluto. Prefería dormir.
Tras mi pequeña “siesta” me desperté con hambre, no mucha, pero si sentía el hormigueo en mi estomago. Tras vestirme y arreglarme a medias me acerqué al bar más cercano. Era un bar sencillo y pequeño, solo contaba con dos empleados. Me senté en su terraza, una terraza con sillas y mesas de plástico acompañadas por una sombrilla con una marca de refresco, y pedí algo para almorzar. Esperé sin prisa mi pedido y créanme cuando les digo que no hay nada más gratificante después de tantos días de estudio y sacrificio, y algo de resaca, que un buen café acompañado de un bollo, mientras se contempla una mañana de primavera tranquilamente.
Tras un largo, pero breve, rato estuve escudriñando las nubes, absorto en mis pensamientos, pero, finalmente, recordé que tenía obligaciones. Así que volví a mi piso para ponerme a estudiar lo que quedaba de mañana. Perdonen por mi torpeza, pero se me olvida mencionar una de mis manías. Para poder estudiar tranquilamente, tengo que tener un vaso de leche a mi lado. Fui hacia la cocina a por la leche. No quedaba. Tenía que ir a comprarla, si no, no podría estudiar. Llámenme raro, pero cada persona es un mundo. Cogí la cartera y salí al supermercado de la esquina.
Era el único supermercado del pueblo. Lo dirigía una señora mayor junto a su marido. Debido a un examen que tuve el jueves, de ahí la “reunión de alumnos” del día anterior, había estado cerca de semana y media sin salir de casa. El señor que dirigía la tienda junto a su esposa había fallecido y la mujer se había jubilado, vendiendo el pequeño bajo donde se situaba la tienda. ¡Maldición! Tenía que coger un autobús para ir al supermercado más cercano. Éste estaba en la ciudad más cercana, a unos doce kilómetros.
Cuando llegué estaba prácticamente lleno y era dificultoso incluso el andar. Hora punta, supuse. Me costó encontrar la leche, solo había ido allí unas pocas veces cuando era niño. Cuando cogí mi querida leche de soja (tengo intolerancia a la lactosa), me dispuse a ir para pagar pero la cola era inmensa. Me llevaría un buen rato.
Detrás de mí se puso una chica, que no tendría más años que yo. Era baja y castaña, con unos rizos que le estilizaban su cara ovalada y unos ojos azules como el mismo cielo y con un brillo tintineante. Lo que más me sorprendió de aquella muchacha fue su sonrisa. Estaba teniendo problemas en llevar su compra, se le caía entera, pero su expresión no variaba. Una gran sonrisa. Sin saber porqué, al conseguir “equilibrar” su compra, se puso a hablar conmigo. En seguida me di cuenta de que era enérgica e inquieta, se movía mucho y reía constantemente. No os voy a engañar, me sentía atraído por aquella mujer. Para ser franco, en lo primero que me fijé fue en su físico, era bellísima y yo soy un hombre, pero el rato que estuvimos hablando en la cola me hizo darme cuenta, de que tenía algo que despertaba en mí emociones que pocas veces antes había sentido.
Pero lamentablemente todo eso se fue, pues pagué y no tuve el valor de invitarla a quedar, o pedirle la manera para contactar con ella. Siempre he sido vergonzoso, que le voy a hacer. Tengo virtudes, pero también defectos. Me prometí que si la volvía a ver intentaría quedar con ella.
Mi siguiente visita al supermercado fue normal. No la vi. La siguiente, tampoco. Los meses pasaban y sospechaba que nunca volvería a verla o, egoístamente, que puede que no la tuviese.
Estábamos a mitad de julio, y todavía no la había vuelto a ver. Como siempre, el pequeño supermercado, estaba completamente lleno. Me dirigí hacía la leche, apretujado entre tanta gente, cuando, por un descuido, tropecé. Vaya cosas que tiene la vida. Tanto tiempo buscándola y cuando la vuelvo a ver, es de mala manera. Pues fui a caer encima de esa misma chica que había visto meses atrás. Me disculpé profundamente y para mi sorpresa, aquella joven mujer se levantó riéndose y regañándome por torpe. Estaba perplejo por su sentido del humor. Le hice daño, me di cuenta que se rascaba la cabeza, pero ella no hacía más que reír y lanzarme pullas amistosas quejándose de mi torpeza. Pero ese no era el problema que tenía en mente. Me había prometido pedirle quedar si la volvía a ver, y para un abogado, las promesas son tan importantes como los contratos.
-¿Te gustaría quedar un día de estos conmigo?-Fue lo único que dije. Y de una forma un tanto patética. Tartamudeaba y sudaba casi tanto como respiraba.
Ella sonrió, me cucó el ojo, y me dictó su número. Mientras lo apuntaba cogí la leche y cuando terminó, fui a por algunas cosas más: yogures, carne, especias, etc. Ella se fue nada más darme su número. Ahora que la conozco me doy cuenta de que siempre ha sido muy impulsiva. No le importó quedar conmigo, y ni siquiera quiso mantener una conversación al decirme su número. Me gusta la gente así.
Terminé la compra y fui a coger el autobús. Iba con mis fantasías e ilusiones en la cabeza mientras me dirigía hacia mi casa, esperando que llegase el día. Hay que ver lo que provocan las pequeñas cosas. No quiero extenderme demasiado, así que voy a ir terminando ya. Os voy a relatar lo que sucedió finalmente.
Antes de nada me gustaría deciros que esa mujer es ahora una de mis mejores amigas y, aunque quedé con ella, nunca tuve con ella ningún trato más personal, pues resulta, que el descuido que cambió completamente mi vida no fue el tropezarme y quedar con ella, si no otro. ¿Recordáis que cogí la leche mientras apuntaba el número de aquella mujer? Iba tan absorto de todo lo demás, que no me percaté en que la leche que había cogido era normal y no de soja. Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Algo muy cierto ya que no me di cuenta tampoco cuando me la eché. Miraba el número y me hacía ilusiones. Sí me di cuenta en cuanto el sabor. Nunca me había pasado y no sabía qué hacer en estas situaciones así que fui corriendo al teléfono a llamar a emergencias. Empecé a marearme y me costaba respirar. Recuerdo pedir ayuda, no más.
No os asustéis, pues sigo vivo. Pero el beber aquella leche produjo el gran cambio de mi vida, pues por aquel accidente conocí a la que actualmente es mi esposa y madre de mis dos hijas. Era una estudiante de enfermería, que estaba de prácticas en el hospital de urgencias al que fui. Fue ella una de las personas que me atendieron y bueno, no se pueden estas cosas. Surgió algo.
Ahora miro atrás y pienso. ¿Qué habría pasado si no hubiese comprado aquella leche? ¿Estaría ahora con la otra mujer? ¿Y si me la hubiese cruzado otro día? ¿Qué hubiera pasado, si en vez de comprar solo leche, hubiera comprado algo más y no hubiera estado en la cola con ella? ¿Qué hubiera ocurrido si hubiese perdido el autobús o si el supermercado hubiera estado abierto? O lo que más me reconcome por dentro ¿Qué hubiera sucedido si hubiese cumplido mis obligaciones y hubiese ido a la universidad? Todo habría cambiando, seguro. Es por eso que las pequeñas cosas son las que rigen la vida. Recordad momentos importantes de vuestra vida e id aún más atrás en el tiempo y preguntaros, ¿qué hubiera sucedido si vuestros actos hubieran sido diferentes?
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